domingo, 12 de julio de 2009

Borrando la fealdad


Desde hace algunos años tenemos la extraordinaria suerte de ver en casa un cuadro de Gonzalo Sicre, www.gonzalosicre.com. Se trata de una vista nocturna del paseo la Playa de San Lorenzo, en Gijón, el mismo paseo que recorremos estas tardes de verano.

La semana pasada Greenpeace publicó un informe demoledor sobre el urbanismo en las costas españolas, que denunciaba la poca eficacia de la tan traída Ley de Costas, y la falta de respeto que tanto de los particulares como las empresas y la propia Administración demuestran por nuestro litoral.

Confieso no estar libre de pecado al menos de pensamiento, en cuanto a la posibilidad de tener una idílica casita junto al mar, quién no ha pensado en ello, especialmente si la costa es hermosa como ocurre en la mayoría de los parajes protegidos. Pero no he pasado del pensamiento, porque hace muchos años, en el Noroeste de Ibiza, supe que ése era el sueño de muchos, y que desgraciadamente, si todos nos pusiéramos a cumplirlo, terminaría siendo una pesadilla.

Aún así comprendo que las zonas aisladas fueran en el pasado difíciles de controlar, y aunque me produzcan tristeza, no me irritan las pequeñas urbanizaciones ilegales que crecen como setas por toda la costa.

Lo que no puedo entender es la tolerancia, la indiferencia y en algunos casos la protección o el fomento por parte de la Administración, de las barbaridades urbanísticas de los núcleos urbanos.

Volviendo a Gijón, en donde empezaba este post, las calles que bordean la Playa de San Lorenzo son una sucesión de despropósitos probablemente crecidos entre los años sesenta y ochenta, que no sólo tienen alturas desmesuradas y desiguales, sino que han soportado muy mal los años y el clima asturiano. Solamente un pequeño tramo muy cerca de la Plaza Mayor, conserva la edificación imagino que original de la ciudad, de cinco plantas como máximo, y envejece con dignidad a pesar de su vetustez.

Consciente del deterioro ya peligroso de las fachadas, con posibles desprendimientos, el Ayuntamiento de Gijón puso en marcha hace unos años un programa de restauración para la zona. Y aquí es donde pregunto: qué debe prevalecer: el derecho individual a conservar tu piso en la planta quince de uno de los monstruos, o el derecho actual y sobre todo futuro de la ciudad a tener un urbanismo sostenible y digno?

Como la pregunta es compleja, la Administración optó por el derecho a corto plazo, que suele reportar más votos, es decir, mantener los edificios y revestirlos con una nueva piel para “embellecer” la ciudad. No merece la pena comentar la falta de criterio empleada en la inmensa mayoría, el muro cortina efecto espejo resulta mucho más abrumador y repulsivo que las viejas terrazas mordidas por la erosión del mar.

Yo paseo por la Playa de San Lorenzo y recuerdo el cuadro de Sicre: es de noche, hay una niebla suave, como de llovizna y no se ven más que la barandilla blanca y las farolas del paseo, intento hacer como el pintor y borrar la fealdad.