domingo, 26 de abril de 2009

sábado, 18 de abril de 2009

Geología de una conversación


“Where are you from?” he said, - tan pronto como la azafata les sirvió las bebidas y empujó el carrito hacia la siguiente fila. Ella se había quitado los auriculares, que llevaba desde el principio del vuelo, para pedir un zumo y un vaso de agua. Los había dejado colgando de su cuello y se podían oir unas notas suaves, jazz o soul. Estaba leyendo un libro de Henry James en inglés.

“Madrid, Spain”, she said briefly – sin siquiera devolver el consabido y esperado “and you?” – estaba demasiado cansada para iniciar una conversación y quería volver a su música. Él había pedido vino blanco y manoseaba su Ipod, tenía unos auriculares enormes sobre el cuello de los que salía música disco.

“Spain! I am French but I live in Japan and I am going to Madrid, I am so excited! he responded back – sin darle tiempo a retomar el libro o la música. Ella pensó, “I wish you were tired instead”, pero le pudo la cortesía y le dijo que se alegraba por él y que seguramente le encantaría Madrid.

Tras un par de frases halagadoras sobre su buen inglés, que no esperaba de una española, él se lanzó a contarle su vida, se notaba que le parecía fascinante. A los dieciocho años se había marchado de París a New York, y desde hacía siete vivía en Tokio; tenía treinta. Era osteópata y la mayoría de sus pacientes eran mujeres. Ella intentó recordar qué era la osteopatía y si tenía algo que ver con la homeopatía o la acupuntura, aunque sonaba más a huesos. Notó la tensión en su espalda, después de dos días agotadores y un colchón demasiado blando y deseó no haberse quitado los auriculares.

“So, tell me about you”, what do you do for life? He asked, - después de un tiempo largo en el que ella aparentaba escuchar y le devolvía algún yes, do you?.

No le apetecía lo más mínimo hablar de su trabajo, tenía el libro entreabierto en las manos desde hacía rato y esperaba que él se cansara de hablar. Miró un rato el Ipod en silencio y levantó los ojos hasta los de él. “I am a singer”, she said, - al cabo de unos segundos, venía de un concierto en el Clyde Theatre Glasgow, y ahora volvía a casa después de una gira agotadora por Europa. Le contó cosas de las ciudades en las que había cantado, la reacción del público romano, la frialdad de Milán, el aburrimiento de Rótterdam y la cancelación del concierto en Berlín, en donde nunca había estado. El estaba entusiasmado, pensaba visitar todas esas ciudades, en realidad extrañaba Europa y quería hacer un recorrido, regresar a Japón a buscar sus cosas e instalarse precisamente en Berlín, lástima que no ella no pudiera contarle algo esa ciudad.
What can you recomend in Madrid?, he asked - ella le hizo un plano con los mejores locales de música en directo y salas de conciertos.

Cuando aterrizaban el le preguntó su nombre, “Eva” she said. Sólo llevaba una bolsa de mano y quería llegar pronto a la cola de los taxis pero le indicó dónde tenía que esperar su equipaje, se le veía un poco desamparado a pesar del sombrero y la bolsa Freitag de moderno cosmopolita . El le preguntó su apellido, “Have you got a card?” He asked - Eva le entregó una tarjeta, “Good bye and good luck," she said - y caminó ligera hacia la salida.

De camino a casa se preguntó qué sabría él de la Geología y si la confundiría con alguna otra ciencia. Su tarjeta decía que era Geóloga y regresaba de un seminario bastante aburrido en la universidad de Aberdeen. No conocía Roma ni Rótterdam, ni siquiera tenía buena voz.
En cuanto a él, seguro que le encantarían los bares de tapas que le había indicado en el plano.

sábado, 11 de abril de 2009

I Get a Kick out of You



El viernes estuvimos en Clamores Marisa y Héctor, (also known as MaHrte), y una servidora oyendo a Patricia Barber, http://www.patriciabarber.com/

En el estudio tenemos un no-sistema de turnos para pinchar música y siempre que puedo cuelo un CD de ella pero no he obtenido más que un tibio “esto es agradable” de Mary G. Puede que las poderosas introducciones instrumentales de la mayoría de sus temas asusten y mal dispongan a los que tengan prejuicios contra el jazz, pero creo que el problema está en que nunca he conseguido que se escuche sin teléfonos, tecleos, y zumbidos de plotter o fotocopiadora.

Los ruidos que mejor acompañan a la música de este cuarteto son los de los cubos de hielo en un vaso, mejor con un bourbon, las conversaciones sordas de un bar, los pasos de los camareros y, si no fuera por la incorrección política y porque la cantante es asmática, el susurro de los cigarros.

Hace años los vimos en una horrenda y con pésima acústica sala del cuartel de Conde Duque, y el concierto resultó tan profesional como frío. Lo de anoche fue otra cosa. Nunca sabremos qué le ofreció Héctor a una camarera para que nos diera una mesa junto a los zapatos del baterista, pero nos quedamos con ganas de tener la que estaba a los pies de la señora Barber, (toca el piano descalza). Seguro que los músicos tenían jet lag, pero tocaron y cantó como imagino que lo harán en Chicago, con unas cervezas y muchas ganas.

Escuchar temas de Cole Porter en directo, cantados por la Barber, con tus amigos y unas copas, hablando de ciudades con playas me ha dejado una alegría leve y dulce que espero que dure. Si flojea pondré el último disco que me ha grabado H por la noche y miraré por la ventana, a oscuras la Casa de Campo se parece al mar.

domingo, 5 de abril de 2009

No se puede tener prisa por estar en calma


Esta frase hermosa la oímos la semana pasada en unas circunstancias y lugar bastante ajenos al oficio.

Una hora más tarde las noticias mostraban la reunión del G-20 y pico, (aún con cierto asombro de formar parte del pico), y la inexplicable, para mi, subida inmediata de la bolsa. Le pregunté a Miguel, mucho más versado en asuntos macroeconómicos que una servidora cómo es posible que la bolsa suba o baje antes de que se conozcan los resultados de una reunión y me dijo: la gente está deseando que suba la bolsa, y a la mínima muestra de esperanza los inversores reaccionan de inmediato.

Volviendo al título de este post me pareció muy interesante lo bien que define nuestra ansiedad ante la crisis del sector. Y desde el respeto a muchas personas que se encuentran en situaciones verdaderamente angustiosas por falta de trabajo e ingresos, me parece que sería bueno reflexionar sobre la prisa.

Hace poco nos presentamos a un concurso en el que se establecían, para el afortunado ganador, unos plazos bastante apretados para la presentación de los proyectos básico y ejecutivo. El concurso está a día de hoy pendiente de adjudicar y los plazos de presentación de la documentación ya han vencido con creces.

Y esta contradicción describe muy bien que a pesar del batacazo que está sufriendo nuestra profesión, la inercia de llevar años con el acelerador pisado a fondo, haciendo las cosas de prisa para sacar más agua de ese pozo sin fondo que parecía ser el mercado inmobiliario español, sigue tirando de nosotros y nos impide frenar, o al menos reducir un par de marchas para mirar qué está ocurriendo, (disculpad las metáforas del motor: la Fórmula 1 está de fondo, llueve torrencialmente en Malasia, se ha parado la carrera y algunos insensatos quieren seguir conduciendo, siempre la prisa).

Lamento no sumarme al optimismo de la semana pero no me creo que veinte y pico líderes reunidos durante un día en Londres vayan a cambiar la situación económica de hoy para mañana y si lo hacen, durará poco. Tal vez hayan llegado a acuerdos que a corto plazo estabilicen la caída, a medio activen la economía y a largo, la recuperen.

Igualmente creo que el mercado inmobiliario español necesitará tiempo para absorber el crecimiento insostenible de la última década. Y sería bueno que en ese tiempo aprendamos que las prisas con las que hemos trabajado en estos años no eran señal de un mercado sano si no de una locura colectiva en la que estábamos muy a gusto porque ganábamos más aunque trabajáramos a trompicones.

No creo que se pueda llegar rápidamente a trabajar “con calma” entendiendo por esta expresión trabajar con la profundidad, dedicación, reflexión y tiempo necesarios, ni más ni menos. Si pienso que ahora que no hay prisa por inaugurar, por poner en marcha, por empezar obras, podemos reclamar plazos adecuados a la complejidad de los proyectos y sobre todo, dedicarnos sin prisa pero con pasión a sacar el mayor partido de nuestra capacidad profesional.

Vamos a presentarnos a otro concurso y a dedicarle mucho tiempo y esfuerzo, esta vez con calma.