jueves, 22 de abril de 2010

Y a nosotros qué nos importa?


El viernes pasado íbamos T y yo en el autobús, T en el espacio reservado para carritos infantiles y yo en el medio, que ni es espacio ni está reservado para los adultos que transportan los carritos, haciendo equilibrios a cada frenada y arrancada. Tenemos la suerte de utilizar un autobús muy poco concurrido así que dentro de todo íbamos bien y tan contentos disfrutando el sol de la mañana primaveral.

Dos paradas después de la nuestra subió una mujer rubia muy oxigenada, parapetada tras unas enormes gafas de sol oscuras, toda ella muy de negro y dorado, bolso en una mano y teléfono móvil en la otra, y se sentó tras la barra que nos protegía de posibles impactos físicos.

Pero la EMT no ha previsto los impactos auditivos así que nada más salir de la parada T dio un respingo provocado por la voz estridente y a todo volumen de la rubia que, confiando toda su discreción a las gafas horteras, comenzó a compartir su vida con el resto de los pasajeros.

Así supimos todos, hasta el conductor, que su padre tiene una finca, a la que se iba a pasar el fin de semana, que el hombre, o tal vez otro hombre de la vida de la rubia, es diabético, así que había que conseguir ingredientes especiales para hacer un "fondant", que los ingredientes los vende en una pastelería en la Plaza de Manuel Becerra, una tal “Any Mary” a la que habitualmente paga con Visa, pero ese día iba a mandar a una recadera.-“ págalo tú hija y yo llamo y me entero de cuánto es y luego te lo acerco”. También, en una segunda llamada que hay unos cursos estupendos, - “no como los que hicimos el mes pasado, que no me enteré de nada porque soy muy zote”, de decoración de tartas, y elaboración de figuritas,.- "yo voy a repetir el de fondant porque me sale fatal”, (pobre padre o quién quiera que fuese el diabético al que iba a infligir la cata de un fondant chapucero), que la interlocutora de la rubia es mucho más hábil y le salen los muñequitos a la primera.Que los cursos empiezan el jueves 22 y son de diez a cinco de la tarde, (supusimos que incluyen almuerzo a base de los decorados pastelitos). Que de señal sólo piden 20 euros y el curso completo cuesta 150 euros, menos que el otro que estaba masificado, y que estos son para cinco personas, y así si eres zote, como se autocalificaba repetidamente la rubia, no te da apuro preguntar e interrumpir. Que se encontraba fatal, (energía para hablar no le faltaba) y llegaba tarde al médico, por eso no podía ir a Manuel Becerra. En la tercera llamada supimos que la organizadora de los cursos en cuestión se llama Isabel y podríamos dar su número de cuenta corriente por si algún lector de este blog tiene interés en la decoración “tartil”, pero no lo haremos porque igual es delito.

Nos bajamos dos paradas antes de lo previsto, incapaces de digerir más datos, y una vez recuperado del susto que supone el salto desde el autobús hasta la acera, pasando por la calzada, (nunca paran tan lejos como para apoyar las ruedas en la calzada, ni tan cerca como para evitarla y aterrizar directamente en la acera), T sonrió aliviado.

Otro día con más tiempo reflexionaremos sobre la discreción.

sábado, 10 de abril de 2010