domingo, 7 de junio de 2009

Lo que de verdad importa


De nuevo metidos en un concurso, ocupación habitual del estudio en estas vacas flacas. Esta vez se trata de un centro educativo, un concurso convocado por la Administración Pública. Los Centros de Formación, como los museos son programas especialmente atractivos para nuestro gremio. Nos permiten soñar que nuestro buen oficio contribuirá a la educación de generaciones, que los alumnos que estudien en nuestros edificios serán más sensibles, más cultos, más tolerantes, gracias a los espacios que hemos proyectado.

Cuando empezamos a leer las bases tono sonaba prometedor, aulas para niños de distintas edades, biblioteca, huertos, zonas de juego, áreas deportivas… qué más se puede pedir. Enseguida encontramos la trampa, resulta que todos esos recintos prometedores están regulados y pre- diseñados por la Administración, imagino que en aras de una homogeneización social y eficacia productiva. Por si fuera poco no sólo están reguladas las dimensiones sino los sistemas constructivos, acabados, y hasta las dotaciones de cada local.

Comenté con Héctor,
http://maHrte.blogspot.com la frustración del estudio al ver que había poco que pensar y certero, como quien vé las cosas con más distancia me contestó: “ ¿qué más queréis?, Así os dará tiempo a pensar en lo que de verdad importa, la Arquitectura”.

Al día siguiente agarré papel de croquis y un lápiz y me di cuenta de que H esté en lo cierto. Los estándares establecidos en las bases resuelven la construcción, algunos asuntos logísticos y de mantenimiento, pero no son Arquitectura. Con las mismas piezas se pueden hacer unos barracones que resuelvan una necesidad social, o crear un espacio educativo en el que la Arquitectura contribuya a la vida de docentes y alumnos.

La semana pasada conocimos a Alejandro de la Sota, uno de los hijos de Don Alejandro, nos contó su iniciativa de digitalizar toda la documentación del estudio de su padre, a través de una fundación, y su incorporación a
www.alejandrodelasota.org , qué recomendamos visitar.

Durante la conversación, en la que recordaba el entusiasmo y la alegría con que su padre encaraba el oficio y la vida misma, yo recordaba que cuando estudiaba en la escuela, fantaseaba con volver a la infancia y poder estudiar en el Colegio Maravillas. Imaginaba que cualquier niño que hubiera pisado ese gimnasio, tendría una sensibilidad especial, ahí estaba Pilar Ortega para corroborar mi teoría.

Volviendo al concurso, habrá que mirar con entusiasmo la parcela desolada y atravesada por un tendido eléctrico y soñar con las personas que la ocuparán, y poner todas las ganas en hacer Arquitectura con las piezas disponibles.

Se puede, y además será un placer intentarlo.

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