domingo, 14 de junio de 2009

SUERTE (y algunos cretinos)


En los últimos meses hemos hablado en el estudio sobre la suerte, esa combinación de circunstancias que están fuera de nuestro control y de las que depende que un hecho pueda ser un accidente con más o menos consecuencias o una tragedia.

Hace ya dos semanas de la tragedia del avión de Air France y siguen apareciendo historias estremecedoras como la del matrimonio italiano que perdió el avión y salvo la vida, pero que al llegar a Italia tuvo un accidente de tráfico en el que la mujer falleció. Quince días atrás parecían bendecidos y elegidos por la suerte, hoy cruelmente indultados en falso.

Ayer volvíamos de la playa en coche, conducía Miguel bastante tranquilo, a no más de ciento veinte, casi no había tráfico y repasábamos inventario de la nevera pensando en hacer una ensalada al llegar a casa. Al pasar un cambo de rasante vi cómo el coche de delante que estaría a unos doscientos metros patinaba transversalmente por la calzada, parecía una alucinación, creo que grité y busqué el teléfono móvil en un acto casi reflejo. Lo siguiente que recuerdo o imagino, no sé bien, es el choque brutal del coche de delante contra las biondas de la mediana, pensé que se despeñarían por el talud, y el rebote del coche que volando y tras una o dos, (tan rápido que no lo recuerdo), vueltas de campana, aterrizó boca abajo contra el arcén derecho.

Miguel paró mientras yo hablaba con el 112 y otros conductores frenaban para ayudar. Me dijo: vé hacia el coche que yo voy a indicar que hay un accidente para que no haya más. Por suerte en seguida aparecieron unos médicos que viajaban en sentido Levante y cruzaron la autovía a pié y asistieron a la pareja mayor que había quedado atrapada en el coche. Los sacaron con cuidado, los demás no nos habíamos atrevido, los médicos del 112 recomendaron por teléfono no moverlos.

La mujer estaba ensangrentada y tumbada en el arcén, cubierta por un paraguas mientras esperábamos la ambulancia. El hombre, conmocionado y aturdido, con algunos rasguños miraba a su alrededor tratando de entender lo que ocurría, desconcertado, vapuleado y rescatado por la suerte en apenas diez minutos.

Mientras tanto Miguel y un hombre latinoamericano intentaban frenar a los coches que venían despendolados por la autovía. Ni los triángulos de aviso, hasta cuatro colocamos, ni la presencia de dos personas con chalecos amarillos, haciendo aspavientos con los brazos conseguían frenar a una buena cantidad de cretinos acelerados. ¿qué coño pensarían que estábamos haciendo en medio de la calzada? ¿Creerían que érams una banda de vehículos atracadores intentando parar su carrera loca para asaltarlos? En vaias ocasiones casi se produce el choque en cadena que intentábamos evitar, porque al llegar a la altura de los restos del coche accidentado frenaban en seco, tal vez por prudencia tardía, mucho me temo que por morbosidad lamentable. El compañero de Miguel se preguntaba con un dulce deje latino: “¿pero por qué no paran? ¿qué no ven que hay un accidente?, al rato desesperado los insultaba “hijos de puta!”.

No creo que llegaran a oir nada los cretinos blindados en sus vehículos acondicionados y veloces.

Por fin llegaron guardia civil, ambulancias y bomberos por ese orden. Los guardias relevaron a los voluntarios poniéndose ya no en el arcén sino en medio de la calzada a parar a los descerebrados que ahora sí, frenaban como buenos chicos. Mientras declarábamos como testigos nos dijeron que parecía haber sido un reventón de un neumático.

Nos marchamos muy tocados por la experiencia, la única imagen que recuerdo con tanto detalle que podría dibujarla de memoria, es la cara del conductor accidentado, con un sombrero de paja con una cintita roja que alguien le prestó para protegerlo del sol. El asombro, el pavor, el desconcierto, el desamparo ante una situación incomprensible porque no ha sido calculada, ni fruto de una imprudencia propia o ajena.

Mi tío Julio, del que algún día hablaré más despacio siempre decía: “Chavala: en esta vida hay que tener suerte, y si no te toca, no hay nada que hacer”.

Ayer todos tuvimos suerte, la pareja que salió viva del accidente, los que lo vimos en lugar de sufrirlo los médicos que cruzaron la autovía valientemente para ayudar, los que intentaron evitar más accidentes avisando al resto de los coches, y hasta los estúpidos que no frenaban.

Estos últimos deberían saber que aunque sea impredecible a la suerte es mejor no tentarla.

No hay comentarios: