Durante siglos, específicamente durante cuatro siglos y a raíz del Renacimiento, el canon de concepción espacial estuvo regido por una visión lineal. Es decir, por una visión donde el espacio se explica en una secuencia de recorrido dado por la línea recta (eje central de composición) del cual derivan los espacios laterales y en muchos casos los ejes perpendiculares y/o paralelos.
Tal es el esquema que opera en la composición espacial de los edificios Renacentistas por excelencia: las catedrales, y los edificios neoclasicistas, tales como aquellos desarrollados durante el siglo XVIII y siglo XIX de uso civil y representación del poder de la nueva sociedad industrial: edificios administrativos, estaciones de tren, museos etc.
La pintura por su parte, enmarcada en un proceso de autodefinición a partir del s.XIX tuvo que sobreponerse a la aparición de la fotografía que puso en cuestión la “utilidad” de su existencia en cuanto al realismo y su capacidad de retratar un momento conciso. Todo esto sumado al progresivo “re”-descubrimiento y curiosidad hacia otras expresiones artísticas a través de los procesos de apertura y colonización del cercano y lejano oriente: estampas japonesas, máscaras africanas, etc.
La redefinición de las esferas de la pintura suscitó, en un proceso continuo que va desde la puesta en duda del color de Delacroix, pasando por la exaltación del plano y color de Gauguin, la puesta en duda sobre el “realismo” de la pintura y la captación de la instantaneidad del momento de los impresionistas, la aparición de la obra de quien es considerado el padre de la pintura moderna: Cézanne.
De Cézanne en adelante, la pintura establecería para sí nuevas competencias. Aquellos conceptos que llamaron la atención a Picasso en el 1905 pueden resumirse, entre otros, en la aparición de la línea rígida y la “abstracción” en líneas geométricas del objeto de la realidad.
Con Picasso, Braque, Gris y los artistas de los movimientos cubistas se empieza a acelerar una nueva corriente de concepción del espacio, tanto bidimensional como tridimensional de la pintura, ampliando sus mecanismos y sus herramientas de representación que sería plasmado con mayor fuerza (en movimientos postcubistas) a raíz de la entrada en escena de la Primera Guerra Mundial.
Hacia 1918, al final de la Primera Gran Guerra, la puesta en duda de los valores que rigen una Europa destrozada son la característica principal del resquebrajamiento de las concepciones academistas que rigen los “artes mayores”: pintura, escultura y arquitectura. Se pone en duda la misma concepción de “arte mayor” y en un esfuerzo que busca integrar a la sociedad civil dentro de las propuestas artísticas surgen varios movimientos, continuando con la línea de los “ismos” que dotarán a la arquitectura de nuevos paradigmas.
Estas dos propuestas surgen en dos marcos distintos. Tanto en la Europa Occidental: Francia y Holanda, como en la Unión Soviética de la post-Revolución de Octubre y en sistemas socioeconómicos distintos.
La concepción de una arquitectura nueva, que respondiera a las nuevas sociedades que habían vivido la explosión del sistema producido por la Revolución Industrial y que había puesto en crisis la carrera de los Estados por la ostentación del poder, sumado a la aparición fundamental de Estados Unidos en la escena internacional, tuvo que recurrir a la pintura, a esa forma de concebir un nuevo espacio de una nueva sociedad.
El Purismo de Le Corbusier y Ozenfant surge hacia 1918 y dura hasta 1925, materializado en una serie de artículos publicados en la revista del movimiento “L’Esprit Nouveau”. En paralelo se conforma De Stijl en los Países Bajos con la cabeza conceptual de Piet Mondrian. Los dos, basándose en la abstracción del cubismo y llevándolo hasta sus límites de simplificación generaron una serie de conceptos de simplificación y sobreposición que después se materializarían en la concepción arquitectónica.
En paralelo, en la Unión Soviética, un grupo de artistas liderados por Malevich crean el Suprematismo mientras que Tatlin se consolida con su Monumento a la III Internacional de 1920 como uno de los máximos representantes del Constructivismo.
La propuesta de De Stijl, a través de la colaboración directa de Theo Van Doesburg llega a la recién formada Bauhaus en Wiemar. La corriente rusa, de mano de Moholy Nagy llega en simultáneo y es en la interacción de estas dos corrientes y la concepción propia de la Bauhaus, a través de los planteamientos de Walter Gropius, que esta escuela sentó las bases de una nueva concepción de las artes aplicadas, los objetos de uso diario, y en su manifestación arquitectónica, en la arquitectura de gran escala.
Entre la Bauhaus, los renovados planteamietos de Le Corbusier matizados por su pasión por la vida moderna, la influencia de las corrientes de pensamiento futuristas, y sobretodo, en un marco económico de una Europa de post-guerra, se genera un cambio fundamental para la arquitectura. Tal cual quedará manifestada en la Exposición de la Werkbung en Stuttgart 1927.
La nueva arquitectura, influenciada por estas propuestas y aquellas desarrolladas en el otro lado del Atlántico (en particular la obra de F. Lloyd Wright) pasa de ser una arquitectura del eje lineal a ser una arquitectura de la sobreposición. Sobreposición de la línea como en el caso constructivista, sobreposición del plano como en el caso de las propuestas de De Stijl (véase la Casa Schroder-Rietveldt) y sobreposición de volúmenes como en la Ville Savoye de Le Corbusier.
Para 1914 el cubismo se había constituido como el nuevo orden estético, extendido ya a toda producción artística y gráfica. La interpenetración volumétrica tanteada arquitectónicamente en las Casas de la Pradera de Wright y pictóricamente en esta serie de propuestas originadas a raíz del cubismo, permitieron una validación mutua de posturas espaciales que definiría el nuevo lenguaje espacial, explorado y materializado por las vanguardias artísticas del período de entreguerras.
Las propuestas de las vanguardias del período de entreguerras serían un inicio en la exploración de una nueva plasticidad. El cambio de la linealidad secuencial de la perspectiva tradicional por esta interpenetración volumétrica generó una forma de construcción del espacio que garantizó que cada manifestación individual podría materializar su tendencia particular hacia posturas sociales, técnicas, tecnológicas, funcionales, formales, etc., unificadas ya por una concepción general del espacio.
En el sentido más amplio se genera la expresión del “Estilo Internacional” que es un calificativo, empleado a partir de los treinta, para designar la producción moderna de arquitectura, tanto en Europa como en Norteamérica. El término proviene es el nombre del catálogo de la primera exposición de arquitectura en el Museo de Arte Moderno de New York en 1932: “El Estilo Internacional: arquitectura desde
Sin embargo, bajo esta concepción, el aspecto formal sería continuamente modificado durante todo el s. XX. La oposición hacia el “Estilo Internacional”, generado por la falta de identidad que suscitaba una arquitectura universal, provocó que el lenguaje posmoderno estuviera caracterizado por un retorno al regionalismo. La concepción del espacio no cambió, sólo su representación material fue modificada dependiendo del entorno.
Ya en la última mitad del s. XX, la arquitectura dio nuevos giros con la llegada de las neo-vanguardias, el deconstructivismo, el brutalismo, el minimalismo, etc. Estas tendencias, en vez de anular la estructuración espacial propuesta tras la reinterpretación del cubismo, continuaron su exploración, y conjugándola para ciertos casos con los efectos causados por la perspectiva, sabrían dar más fuerza a los lineamientos de cada una, donde la arquitectura contemporánea sigue enmarcada en este entendimiento de espacios, volúmenes, planos y líneas que se intersecan, y por eso, ya hacia 1930, este lenguaje había sido definido como un clasicismo no histórico.