sábado, 10 de enero de 2009

Nieve y paz


Ayer nevó en Madrid, nevó todo el día y hacia las diez de la mañana ya se veía que la cosa iba en serio, que la nieve cuajaba y que por una vez no nos quedaríamos suspirando y renegando de la contaminación que habitualmente impide que nuestra ciudad reciba las nevadas que algunos recordamos con añoranza.

La nieve nos envía a todos, adolescentes, jóvenes, adultos y mayores, de forma instantánea a la infancia. Daba gusto ayer ver grupos de oficinistas, madres, abuelos, funcionarios, maestros, comerciantes, conductores, vigilantes, y toda suerte de personas habitualmente serias y preocupadas rebozándose en la nieve, y tirándose bolas con mejor o peor puntería. Hasta los sacrificados repartidores de sal la tiraban con cierto regocijo.

Al contrario que la lluvia que habitualmente molesta, a unos por el tráfico, a otros porque descompone el peinado y a los de más allá porque salpica, la nieve pone de buen humor a la mayoría de la población.

Imagino que si leyera esto alguno de los atrapados en Barajas o en la M-50 diría que no es así, pero por lo que veo en las noticias, los más malhumorados lo están y probablemente con razón, con alguna de las administraciones poco previsoras, pero nadie se enfada con la nieve como haríamos con un tornado o una ola de calor africano.

Recuerdo varias nevadas abundantes en Madrid, antes de tener diez años, y lo mejor de esos días además de que se cerraran los colegios es que los padres bajaban al parque con nosotros y por un día nadie te regañaba si te mojabas, ensuciabas o cogías frío, más bien se convertían en cómplices. Su afán industrioso sólo se materializaba en la elaboración de muñecos, como juego más recomendable que el bolazo indiscriminado que podía dar a algún desconocido.

Así que a pesar del frío, de los virus de tres cepas que nos acechan, de la imprevisión de las administraciones, y de la complicación, (que los exagerados periodistas llaman caos) ojala que siga nevando de vez en cuando en Madrid y en todas partes.

Un sueño de año nuevo: que el cambio climático desplace las nevadas a Gaza y que las bolas de nieve en lugar de cohetes y bombas racimo. Los israelíes y palestinos, esos si que sumidos en un caos, necesitarían un largo y nevado invierno para enfriar su rencor de décadas y poner fin a la locura.

Qué nieve!

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